Hubo dos formas muy diferentes de vivir la consecución de la Eurocopa 2024 sobre el césped del Berliner Olympiastadion. Por un lado, los más jóvenes saltaron, se abrazan, rieron, se empujaron, bailaron, cantaron, agitaron el avispero, se hicieron fotos. Por otro, los veteranos —Carvajal, Laporte, Morata, Jesús Navas— lloraron en medio de cierto desconsuelo, arrancando del alma una felicidad que parecía doler.
Pero estoy seguro de que duele. Lo que un triunfador demasiado joven ignora es que para todo hay un final y que cualquier éxito puede ser el último. Por suerte, los que celebraron exultantes desde los pitidos del árbitro aún no atisban la existencia de la decrepitud, vejez entendida como acantilado que acaba con todo: más allá no existen las victorias, ni la gloria del campeón, ni los grandes estadios, ni siquiera el fútbol del más alto nivel, tan sólo un vacío notorio, pues son los vacíos antes llenos de gloria los que más aprietan.
Hacerse mayor es una mierda porque en algún momento del proceso es cuando se descubre el verdadero sentido de la vida: ninguno. Casi todo lo que merece la pena ocurre durante la juventud. Más allá de la bisagra que vertebra el paso del niño al hombre nada huele a nuevo.
Llega un momento en el que todo está sujeto a la cuesta abajo que lleva a la decadencia: el ser humano toma conciencia de que a su alrededor cualquier persona, objeto, sentimiento o momento habrá de terminar, incluido él mismo, llegada la muerte, la ruptura o la basura. El tiempo de pronto se acelera entre días iguales y la vida se convierte en urgente.
Ante este panorama, ganar una Eurocopa pasados los treinta se convierte en un regalo casi póstumo. Les vimos llorar desconsolados, casi de dolor, sin saber que el verdadero llanto de los Carvajal, Jesús Navas, Morata o Laporte quizá no era por la victoria en sí, sino porque para cualquiera de ellos, para cualquiera que haya rebasado la frontera de los treinta, para ti y para mí, para todo aquel que saltó la bisagra entre el niño y el hombre, esta victoria puede ser la última.
Y habrá que disfrutarla.