Bueno, madridistas. Así empieza Toni Kroos el pódcast de 4 minutos y 54 segundos con el que ha decidido anunciar al mundo que esta será su última temporada jugando al fútbol.
No, al mundo no. No se ha dirigido a todo el mundo. Ha dicho “bueno, madridistas” para contarnos a los madridistas que se va a retirar después de la Eurocopa, un aviso a los madridistas de que el partido del 25 de mayo contra el Betis será su último partido en España y que el 1 de junio en Wembley será su última vez con el Madrid.
No ha usado la frase de “llegó el momento que menos quería” o “es hora de decirle adiós al fútbol”. No. Hay cosas que no definen a Kroos. Toni dice “bueno, madridistas” y eso ya de por sí denota lo que es Kroos y sobre todo lo que no es.
El alemán es un cúmulo de cosas que son y de cosas que no son. Es, por ejemplo, gran parte de lo que ha sido este Madrid de transición que resultó ser campeón de LaLiga tras correspondiente paseo militar, y finalista de la Copa de Europa. Kroos ha absorbido la posesión crucial, sobre todo cuando el rival encarcelaba a los miuras y no les dejaba ni un respiro contragolpeador. Por eso la pérdida inesperada —no nos engañemos, nadie imaginaba esto— de Toni Kroos deja al Madrid con un hueco difícil de reemplazar, una ausencia más allá del once titular. La gran grieta la encontrará Ancelotti en el arranque de muchas jugadas estáticas, momentos en los que ahora acapara y resuelve la posesión con el alemán en el campo, y que a partir del 1 de junio se difuminan más allá de los centrales.
Lo que no es Kroos: un futbolista al uso. Obviedad. Nadie en su sano juicio se retira estando en la cúspide de su desempeño. Es cierto que el nivel del alemán ha rayado siempre y como mínimo en el notable, es difícil señalar de forma clara su prime, que decimos ahora. Pero el protagonismo de esta campaña en particular ha sido excelso, quizá porque cuando el Madrid tuvo que gestionar otra ausencia, la de Benzema, tipos como Kroos salieron al paso como cuando el propio francés hizo lo mismo mientras digeríamos la fisura que quedó en el Bernabéu con la salida de Cristiano Ronaldo.
Hay muchas formas de romper una relación amorosa y posiblemente una de las que más duele es la que acaba con un “no es por ti, es por mí”. Kroos nos ha dejado con un mensaje bonito y un ramo de flores, acariciándonos el pelo y dándonos sus explicaciones, las cuales, por supuesto, ni entendemos ni queremos entender. Ha sido, como lo es quien rompe con alguien a la cara y con la verdad por delante, ejemplo de arrojo. Levanta tú la mano si te ves capaz de recibir el balón entre los centrales vistiendo la camiseta que más pesa del mundo, mirar hacia delante y enfrentarte a once tipos que andan cerrando espacios para acabar filtrándolo hacia una posición ventajosa en más del 95% de las ocasiones.
Al madridismo le toca ahora, un día después del maldito anuncio, lidiar con la ausencia, como tantas otras veces. Ya se echó de menos antes a Di Stéfano, a Juanito, a Butragueño, a Raúl, a Casillas, a Zidane, a Cristiano Ronaldo, a Benzema. Y el Madrid siguió siendo el Madrid, para mal de muchos, y seguirá siéndolo después de Kroos, a pesar del rumor sordo de su ausencia. A pesar, como escribe Miguel Ángel Hernández en Anoxia, de que tengamos otro “punto ciego en el espacio, otra hendidura que ocupa un lugar”.