Nuestra plaza pública, su negocio privado
Los tacos por delante #39. Miércoles, 20 de noviembre de 2024.
No irse de X por creer que así ganan los manipuladores es concederle a esta plataforma un poder que no debería tener: el de ser el foro público donde se canalizan los temas sobre los que la opinión pública debe conversar, interactuar, producir y consumir. Nunca en la historia la plaza pública había sido un lugar patrocinado por nadie y, sin embargo, poco a poco, hemos aceptado que nuestro lugar de discusión puede pertenecer a un multimillonario cualquiera con intereses propios, que no tienen por qué ser precisamente honestos.
Pero X era demasiado fácil. Tan sólo requería un acceso a Internet para dar una opinión que nadie había pedido. Aceptamos con solemnidad, lo escondimos bajo la alfombra para no verlo, que los objetivos particulares de los dueños de la plataforma pudieran ser —vaya, quién lo hubiera dicho— la obtención de beneficios —y no necesariamente económicos—.
Para ello se requieren usuarios, más usuarios, comentando, comentando más. Y está demostrado que interactuamos más cuando un tema nos emociona o nos hace sentir agredidos, así que, ¿por qué no premiar a quien retuerce el colmillo? ¡Son todo ventajas! William Brady, investigador de la Universidad de New York, descubrió que la difusión de un mensaje aumenta al ritmo nada despreciable de un 20% por cada palabra emocional que se agrega.
En la X de Elon Musk ya no se premian ni la verdad ni el contenido honesto, sino todo aquel mensaje capaz de movilizar a un determinado número de personas por culpa de ideas manifaceras, retorcidas y, a menudo, falsas. Se ha puesto de moda el término bulo, pero lo que acoge esta plataforma son mentiras sucias con una intención: respuestas de quienes están a favor y de quienes están en contra, unos proclamando y otros tratando de corregir en medio de una espiral de ruido. Si, y atendiendo a términos tenísticos, como dice Paul Auster en El Palacio de la Luna, “una conversación es como tener un peloteo con alguien”, X ha promovido que cada conversación sea una sucesión de smashes en forma de zascas.
X ha implementado, es cierto, medidas con las que parece intentar que nuestra plaza pública sea más veraz y amable. Las notas con las que usuarios marcan ciertos contenidos no son suficientes, ya que siguen obteniendo menor repercusión que los mensajes manipulados o falsos a los que intentan corregir o aportar contexto. Mientras la plataforma no cercene de forma inmediata las cabezas de los usuarios que la convierten en un estercolero, X nunca volverá a ser Twitter.
Esto ha provocado que muchos usuarios, personajes de prestigio o simplemente agitadores digitales, hayan decidido abandonar X. Ahora, tomando el camino de Bluesky, otra plataforma gemela que surgió de uno de los padres fundadores de Twitter. Otra plaza pública que no es pública pero que, de momento, no rompe, como sí hace X, con lo que una vez dijo Montaigne: “la buena conversación es la mejor forma de desarrollar la libertad de pensamiento”.
En el trayecto entre X y Bluesky, muchos están aprovechando para hacernos ver lo importantes que son, la influencia que dicen tener, el efecto arrastre que llevará a su comunidad con ellos allá donde decidan reposar su egocéntrico culo.
Si usted quiere irse de X, váyase. Y si no, quédese. Nos importa una mierda. Pero no se conceda tanta importancia, ni se la dé a esta pseudo plaza pública que, al fin y al cabo, tan sólo es una plataforma más de un multimillonario más.