Mis razones, las razones de Messi, las razones de Argentina
Es sábado, mañana se juega la final de la Copa del Mundo 2022 y yo todavía no sé con quién voy
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Es sábado, mañana se juega la final de la Copa del Mundo 2022 y yo todavía no sé con quién voy. Desde que eliminaron a España me he disuelto en un mar de dudas. En parte, por no querer llevarme otro chasco: apoyar, por ejemplo, a Portugal hubiera supuesto otro golpe innecesario. O a Inglaterra. O a Croacia.
Pero llegados a este punto creo que debo situarme en uno de los dos lados para vivir la final de una manera adecuada y no como si me diera igual lo que pase, que en realidad me da, o casi, pero bancar a una de las dos selecciones me da excusa para comportarme como un hooligan y esperar el partido con las ganas y la ilusión que me quitó la tanda de penaltis contra Marruecos.
Confieso que llevo toda esta semana inclinado hacia Argentina. Hasta hoy. He visualizado un poco de la final en mi mente y me ha producido cierta emoción ver liderar a Griezmann, ver galopar a Mbappé y ver a Tchoauméni repartiendo pan y tortas. Aunque me identifique entre poco y nada con los galos, me gusta el juego de Deschamps y me gustan mucho algunos de sus jugadores. Pero es una elección puramente estética, carente de sentimiento.
Por eso y sin embargo, me obligo a ir con Argentina, con quien tengo muchas más vinculaciones personales, culturales e históricas. Pero también por otras tres razones:
Yo no he visto a Argentina ganar un Mundial. Y quiero verlo. Es una de las cunas del fútbol desde antes incluso de Maradona y mi generación no la concibe como una selección ganadora de verdad. Para demostrarnos que es grande y seria de verdad, capaz de campeonar, favorita siempre, merece esta Copa del Mundo.
También está el relato. Si Argentina levanta el trofeo tendremos muchos más elementos culturales a su alrededor en la literatura y en el cine. Seguro que Ricardo Darín ya anda preparando una película en la que cuenta cómo un grupo de aficionados se equivocó de destino y acabó viendo la final en Nepal en vez de en Catar o algo así. Y será una obra maestra. Este Mundial estará mucho más presente en nuestra vida futura si gana Argentina y no Francia.
Y, claro, Messi y su consolidación histórica. Es una figura de nuestra época, uno de los mejores jugadores que jamás haya dado el fútbol. Su desempeño en el Barcelona así lo merece y demuestra. Pero ganar un Mundial elimina cualquier discurso contrario, ideas que se ponen frente a su inclusión en el podio de los que están arriba por pleno derecho junto a Pelé y Maradona. No puede ser que este Mbappé de veintitrés años tenga dos Mundiales y Messi ninguno. Esta es su oportunidad y la nuestra: la de firmar una época en oro y diamantes, la de crearnos un recuerdo para dentro de veinte años, algo épico y místico que podamos contarle a nuestros hijos: la historia de cómo el mejor futbolista que nunca vimos tuvo que esperar hasta los 35 años para devolver la Copa del Mundo a Argentina escoltado por un grupo de chavales que crecieron mirándole en la tele.