Los tacos por delante #16: olvidar
Esta semana hablamos de olvidar con Miguel Ángel Hernández, Sergio Castellito, Carme Elías y Queralt Castillo. Suscríbete y te cuento.
Olvidar
Durante algún tiempo quise olvidar y lo necesité con frenesí. Fue, como casi siempre, consecuencia de un amor, en este caso infantil y primigenio, que se me escapó de las manos como un globo. Recuerdo aún con viveza la escena, toda corriente de aire, que dinamitó todo, rompió la esperanza de una reconciliación y escribió el final del primer amor.
Fue de noche, fue en una terraza, fue ella con otro chico, fue ella pasando página.
Llegó enseguida la desesperación, el duelo, la tristeza, casi la depresión, el íntimo arrebato de la culpa y la necesidad del olvido. Deseaba esto último con tanta fuerza que notaba de forma física cómo se alejaba a pesar de mis vanos esfuerzos. Trataba de olvidarla a ella pero en realidad lo que intentaba hacer desaparecer de la memoria era la rutina con ella: los paseos, los cines, las tardes, las noches, los mensajes.
Comprendí que un corazón roto se nutre de cientos de pequeños detalles que componen la rutina con alguien.
La olvidé, por supuesto. Antes de lo que pensaba y casi de repente. Sin esperarlo, pasó. Entendí más tarde que a olvidar se aprende. Muchas de las experiencias que tememos, como el desamor o la pérdida abrupta, duelen menos cuando nos hacemos viejos, bien porque dejan de importarnos, bien porque ya no somos un cóctel de hormonas, o bien porque ya lo hemos vivido tantas veces que nos hemos dado cuenta de que no son para tanto. Como dicen los Viva Suecia, cuando duele es porque creemos que importa. La experiencia nos curte y el trauma se digiere mejor cuando se observa con ojos cansados.
Casi parece de perogrullo, pero la paciencia es la causa del olvido. Y el equilibrio. Y la sabiduría de saber que las personas vamos y venimos, aparecemos y desaparecemos, somos y no somos. O no seremos. Aceptar esto es el primer paso para avanzar, soltar lastre, olvidar.
Uno no teme por lo que ya olvidó, sino por lo que aún no ha olvidado. Y sobre todo teme por lo que ni siquiera sabe que tendrá que olvidar.
Te recomiendo leer:
Anoxia, de Miguel Ángel Hernández
Por qué: Leí una vez que cuando el olvido es provocado, no es olvido sino desprecio. Imagino que Dolores, la protagonista de Anoxia, acaba la novela pensando lo mismo. Por eso se deja seducir por la fotografía post mortem, una práctica casi olvidada en la sociedad occidental, pero habitual en otro tiempo. Esa era, para muchos, la única forma de recordar a sus seres queridos cuando fallecían. La única forma de hacer que el olvido no fuera provocado. Una forma última de aprecio.
Anoxia nos enfrenta precisamente a la manera en la que la sociedad actual -tú y yo- afronta la pérdida, la muerte y el duelo. Mientras que para muchos, ahora, el fallecimiento de alguien querido es un trauma de unos días, casi una pesadilla que pasa y que sirve de bisagra para el siguiente ciclo de olvido, trabajo, ocio, trabajo, ocio, trabajo y ocio; para otros fue un hito vital aceptado de antemano, sobrellevado después, un dolor perenne clavado en el pecho como una aguja de coser que se demostraba, por ejemplo, en largos lutos. La fotografía del muerto significaba lo mismo: así era cuando se fue, así seguirá siendo. Así sigue siendo.
Como en cada libro de Miguel Ángel Hernández, el arte y la fotografía están presentes. Anoxia es una nueva muestra de un conocimiento privilegiado y una voz cada vez más asentada en la novela. Es ya un autor de referencia al que no podemos olvidar leer.
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Bonus track: “Sólo sabiéndonos mortales vamos a ser más humanos”. Entrevista a Miguel Ángel Hernández en COOLT.
“El libro es un acto de amor a la fotografía, pero no como arte, sino como acto social de memoria y de transformación social. Dolores es una fotógrafa de pueblo y está muy orgullosa de serlo. La tradición de la fotografía post mortem además está ligada a este tipo de fotografía, una que puede transformar el mundo”.
Te recomiendo ver:
Una librería en París
Por qué: El olvido también es una consecuencia del amor. Aunque no sea un objetivo en sí mismo, acaba por suceder cuando ponemos el foco en algo o en alguien durante mucho tiempo. Hay flores que se quedan sin regar, amistades que se desgastan por falta de cuidados, parejas que se marchan o que empiezan a pensar en marcharse.
Ocurre en Una librería en París. Es una película pequeñita, casi una obra de teatro que incluso lo parodia al inicio y al final con un gran telón rojo que se abre primero y se cierra después. Entre medias contemplamos la historia de un librero italiano afincado en la capital francesa dibujada mediante escenarios de ensueño que incluyen floristerías, cafés y teatros. Por sus calles de cartón pasan coches, pero sobre todo caminan personajes secundarios en proceso de olvido, como el sacerdote que reniega de su pasado y de su presente.
El protagonista, decía, es un librero italiano que cuida de su hija. Desde que ella está postrada en la cama no se comunica, no habla ni se expresa de ninguna forma más que con una mirada demasiado tiesa y oscura para proceder de una adolescente. Él, abnegado en sus cuidados, olvidó demasiadas cosas y ahora, con la aparición de un huracán en forma de actriz de teatro, luchará entre desatar la memoria y su papel de padre.
Te recomiendo escuchar esta entrevista:
Carme Elías, sobre su Alzhéimer: “Me obsesiona tener una muerte digna”
Por qué: A veces el olvido no es más que una cuestión biológica. Algo se deteriora, algo se obstruye, algo desaparece. No sabemos por qué, no podemos saber por qué. Simplemente ocurre.
Aceptar el olvido como consecuencia inevitable de una enfermedad sin cura parece un reto difícil de abordar. A menudo me cuestiono quién soy yo sin memoria ni recuerdos, sin experiencia y sin saber quién soy, qué soy, qué me gustaba, qué y quiénes me hicieron daño, qué y quiénes me hicieron feliz.
Supongo que esa duda que me pinza el esófago me conmovió al escuchar a Carme Elías hablar de su Alzhéimer con Julia Otero, ahora que acaba de lanzar su libro tras más de un año conviviendo con la enfermedad.
En Cuando ya no sea yo habla de sus aprendizajes, de sus artimañas para sobreponerse al olvido y de cómo deben ser tratadas las personas con Alzhéimer.
Es una entrevista que conmueve y que nos demuestra que la salud y la memoria son lo único que tenemos.
Lo puedes escuchar aquí:
“Son hombres incompletos, fallidos, los que forman sus opiniones recurriendo sólo a los periódicos, es decir, a la calderilla del día”.
David Gistau. El penúltimo negroni.
Una cosa más:
En el pódcast Leer para contarlo hemos hablado muchas veces del olvido. Es un tema recurrente en la literatura, claro. En concreto, el episodio con la periodista Queralt Castillo dejó para la posteridad unas cuantas recomendaciones relacionadas con tratar de superar traumas y recuerdos. Por ejemplo, El invencible verano de Liliana, que puedes comprar aquí.
Lo puedes ver aquí:
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