El problema es que no es un solo problema
Los tacos por delante #41. Jueves 28 de noviembre de 2024
Ayer perdió el Madrid y hoy Europa es un continente sacudido. Cuando los blancos caen se produce una suerte de terremoto que no es sólo metafórico: si te fijas bien en los resúmenes percibirás cómo tiembla la tierra de forma leve cuando el árbitro señala el final del tormento en Anfield, donde el Liverpool se impuso 2-0. Ya es inequívoco: el Madrid nos impregna, todo es sangre, tierra y lava.
Ganó el Liverpool en un partido que era una urgencia para el Madrid después de haber perdido contra el Lille y contra el Milán. No se jugaba la yugular en la Copa de Europa, pero bien valía sumar en la tierra de los Beatles para no verse como un cualquiera agarrado a la última plaza que da acceso a la siguiente ronda, como el que buscaba la posición de la Intertoto o lucha ahora por ser sexto para, peor aún, jugar en la Europa League.
Para sumar en Anfield, el Madrid salió con once tíos y una idea, que ya es más que salir sólo con once tíos como viene ocurriendo a veces esta temporada. Demostrado está que les basta a los de Ancelotti con eso para optar a ganar la Liga, pero demostrado también está quedando que no sirve para someter Europa. La idea era defender en bloque, muy juntos, por detrás del balón, cerrar las líneas de pase del Liverpool, ahogar a Mac Allister y evitar que llegasen pases filtrados en carrera a Luis Díaz o a Darwin Núñez. Sirvió esta vieja idea del entrenador italiano para maniatar a los ingleses durante media hora larga, pero en cuanto estos conectaron con cierto espacio no hubo respuesta blanca. Bueno, sí, la de siempre: Courtois, el milagro, la mística de la Champions, etc.
No dio tiempo a mucho más, porque tras el descanso pasaron cositas. Mac Allister encontró huecos por el centro en otra jugada brillante del Liverpool y marcó el 1-0. La vieja idea ya no servía y el Madrid necesitaba algo más de mordiente así que se desperezó y alargó las líneas tratando de llevar a Mbappé, Güler y Brahim más cerca del portero rival. Apenas sirvió porque en un contragolpe de los locales se rompió Camavinga, que hasta ese momento estaba siendo de lo mejor de un Madrid que por primera vez este año arropó a sus pivotes. Mover el banquillo le funcionó a Ancelotti: Lucas Vázquez en el lateral derecho provocó un penalti que el Mbappé taciturno y tristón que nos estamos comiendo falló de forma lamentable. Entiéndeme: no soy yo la persona más adecuada para decirle a un campeón del mundo cómo tirar desde los once metros pero la teoría dice que lanzarlo sin mucha potencia y a media altura quizá no sea una buena idea.
No lo fue. Marró Kylian y el Madrid entró en depresión. En otro contraataque Mendy cometió penalti sobre Salah pero este insufló esperanzas al dejarse arrastrar por viejos traumas. Lo lanzó fuera tras un golpeo inexplicable que parecía más un gesto de huida: la sombra de Courtois y de Sergio Ramos aún asusta en Anfield. Pero no había esperanza para este Madrid que ahora eran once tíos, cero ideas y varios problemas. Poco después, Gakpo remató sin oposición alguna un centro lateral que transformó el área blanca en un jardín. 2-0 y a dormir.
El Madrid es una sucesión de problemas. Hoy los focos se centran en Mbappé porque las dudas que planteaba el equipo provenían en gran parte de cómo colocar al francés en el once sin perjudicar ni la primera línea de presión, ni la ocupación de la zona de ataque, ni la usurpación de la banda izquierda, ahora más que nunca propiedad de Vinicius Jr. Ayer tuvo ocasión de reivindicarse: Kylian volvía a su supuesta posición natural, pero fue un cúmulo de infortunios, y no sólo consecuencia de un Madrid empequeñecido por el Liverpool, ya que cuando el francés ganó ventajas y espacios, o pudo participar del desarrollo de algunas jugadas, el balón parecía tropezársele entre los tobillos.
Pero el problema no es sólo Mbappé. En un Madrid ramplón al que parecen faltarle ideas, el francés al menos suma nueve goles. Hay un mar bajo el galo, que aunque esté fuera de forma, o mentalmente hundido, o luchando contra la ansiedad de llevar este escudo en el pecho, sigue sin tener soluciones para que su juego pueda desplegarse con total profundidad. Ayer, sin ir más lejos, daba entre risa y pena ver cómo Mendy trataba de doblarle en la banda izquierda y lo único que hacía era llevar más defensores del Liverpool a esa zona.
Además, la ausencia de Kroos ha acuciado la falta de criterio en el centro del campo para llevar el esférico donde hace falta cuando es necesario, por lo que este año es habitual ver a los jugadores fuera de sitio y obligados a iniciar acciones de regate por no tener otra opción más inteligente o que aporte fluidez a la jugada. A esto quizá se sume cierta falta de ambición, un Madrid satisfecho es un animal peligroso para sí mismo. Esto puede ser consecuencia de las últimas dos Copas de Europa o fruto del convencimiento de que la mezcla de estrellas vestidas de blanco sirve para ganar por decreto. En cualquier caso, los de Ancelotti sufren desconexiones puntuales, faltas de tensión que son árboles en un bosque de pequeños problemas que lastran a este gigante cojo.
A los problemas deportivos, esto es, ausencia de criterio, falta de ensamblaje y concentración, hay que sumar la desgracia de las lesiones, quizá consecuencia de una preparación física inadecuada, de un calendario excesivo, de una planificación de plantilla desacertada o de simple y llana mala suerte. En cualquier caso, al Madrid se le han colgado de la piel varias garrapatas que le absorben la sangre desde la enfermería. Y ya no sólo lastran los Militao, Carvajal y Alaba, sino que otras pequeñas e inoportunas ausencias ejercen de piedras en el camino: Courtois, Lunin, Lucas, Vallejo, Mendy, Rodrygo, Mbappé o Vinicius también se han perdido tramos que de una forma u otra hacen que los de Ancelotti carezcan de continuidad para construir un nuevo equipo, tarea que nadie creyó necesaria este verano.
Así que el problema del Madrid es que no tiene sólo un problema. Mbappé y su posición y desempeño, las lesiones, la presión que ejercen aficionados y medios, las desconexiones puntuales en defensa y la falta de ideas y soluciones para garantizar ataques solventes hacen que los de Ancelotti, cual placa tectónica en movimiento, sacudan más de lo necesario esta Europa saciada de Real Madrid que, al mismo tiempo, como drogadicta, ansía con desesperación un nuevo dominio de gol y guillotina atronado de puro color blanco merengue.