El no tan terrible suceso de ser suplente
Los tacos por delante #35. Martes 24 de septiembre de 2024.
Hubo un asombro mayúsculo, como cuando el tipo popular de la clase recibe un revés en público, como cuando alguien inesperado le planta cara y le dice una verdad o un sustantivo esdrújulo, que resbala en la garganta pero raspa en el oído. Le siguió al asombro un sonido coral, un ooohh de sorpresa que era más bien un cliffhanger: va a pasar algo gordo.
El mayúsculo asombro lo provocó el hecho de que Vinicius Jr. comenzara el partido contra el Español de suplente. Mayúsculo asombro no porque cualquier jugador pueda ser pasto de las rotaciones en una semana en la que toca circuito de sábado-martes-sábado, sino porque el primer damnificado del plan de descanso era el que menos se esperaba.
En una época en la que nos preguntamos constantemente por los roles de género en busca de su disolución, quizá debamos también cuestionarnos por todo tipo de papeles predefinidos, incluyendo aquellos que hacen sufrir a los futbolistas y que les someten a la dictadura del once, esto es, que ser titular es lo único exigible.
Los de Ancelotti ganan pero no convencen. En la primera parte del partido contra el Español mejoraron un poco pero no lo suficiente como para doblegar a un rival que se adelantó 0-1. Vinicius Jr. descansó la primera parte y tuvo que salir al rescate tras el intermedio. Fresco, o más fresco que el resto, liberado del encorsetamiento que vivía el partido, brisa veraniega, sol de enero, el brasileño reventó el encuentro con un par de acciones en las que el rival fue espectador privilegiado del mayor espectáculo del mundo: un Real Madrid desatado corriendo al contragolpe.
Sólo los grandes causan terremotos. Que Vini Jr. fuera el primer terrible suplente -elegido, señalado- del nuevo tridente blanco, y que más tarde llegase al frente del séptimo de caballería para liderar la remontada del Real Madrid, nos tiene que provocar, a la fuerza, ciertas contrariedades en nuestro modo de ver la vida. Hacernos preguntas, vaya.
¿Vale la pena mantener el rol de titular y de suplente en una época en la que se pueden llegar a jugar entre setenta y ochenta partidos por temporada y en la que, además, pueden hacerse cinco sustituciones en vez de tres?
Y yo me cuestiono hoy, demonios, si ya tiene sentido hablar de titulares y de suplentes cuando los partidos se deciden con diez jugadores diferentes a los veintidós que comenzaron sobre el campo. Si tiene sentido que el fútbol se baloncestice tan rápido, si puede decirse así; si acabaremos viendo los cambios infinitos, es decir, la especialización máxima: jugadores que salen a colgar un córner y vuelven al banco, especialistas en sacar de banda, en escupir al rival sin que nadie lo note.
Me pregunto si veremos a la FIFA premiar de verdad, en serio, con trofeos brillantes, a los futbolistas número doce. Me cuestiono si los entrenadores deben quitarse la careta y reconocer, por fin maldita sea, que plantean los partidos para alargar el 0-0 hasta que en el minuto setenta sustituyen a dos supuestos titulares por sendos supuestos suplentes, y son estos los que ganan el partido con el rival cansado perdido entre espacios que son ciénagas.
Es posible que Ancelotti y Vini Jr. hayan hecho tambalear los cimientos de un binomio ancestral. No el del bien y del mal, por favor, ya sabemos de qué lado está el Real Madrid. No. Quizá el entrenador italiano y el mejor atacante del mundo hayan puesto sobre la mesa la siguiente gran pregunta que debe hacerse el fútbol moderno: por qué ya no es tan terrible el suceso de ser suplente.