Él, de entre todos los hombres
No sé si el Messi que conocíamos o es otro Messi maduro, redentor, héroe cansado al final del libro, el Messi que se tuvo que marchar y que volvió pero también el que tuvo que volver.
Ahí está Messi levantando la Copa del Mundo al cielo de Catar a hombros de sus compañeros, jaleado por viajeros, futbolistas, familiares, esposas, novias, hijos, hijas, técnicos, aficionados, cocineros apuntacarros, fotógrafos, community managers, prensa, algún streamer. Él, sí, es él, es Messi, no sé si el Messi que conocíamos o es otro Messi maduro, redentor, héroe cansado al final del libro, el Messi que se tuvo que marchar y que volvió pero también el que tuvo que volver.
Es nuestro Messi, u otro Messi nuevo, pero también es el Messi niño, hijo, nieto, hermano. Él, un crío inmensamente pequeño. Él, huido, fugado. Él, lejano. Conocido y desconocido. La esperanza. Él, la alegría. Él, la decepción. Él, sólo una sombra. Él, la victoria, la derrota. Él, mago, zurdo, pelón. Él, amigo, enemigo, compañero, rival. Él, padre y esposo. Él, sin tatuajes ni vello facial. Él, tintado y con barba. Él, rubio, castaño, natural. Él, motivo de bronca en el bar. Él o Diego. Él y Diego. Él, una cruzada, un tipo con un propósito. Él, dulce, suave, sencillo, cotidiano. Él, autoritario, dominante y dominador. Él, gol. Y otro y después otro más. Él, gambeta y lambada. Él, tango brutal, arrebatador, casi violento. Él, mudo, apagado, pusilánime. Él, capitán, líder, ejemplo. Ídolo. Él, asado y mate. Él, tortilla de patata. Él, también cruasán y baguette. Él, la liga. Y otra y después otra más. Él, empresario y empresa. Él, narciso; él, humilde. Él, la Champions League. Y otra y después otra más. Él, arte y artista. Él, las finales perdidas. Él, Maracaná, Stamford Bridge, Bernabéu. Él, único. Él, eterno, amado, celeste y celestial. Él, para siempre, reconocido. Él, el mejor de entre todos los hombres que un día se atrevieron a pisar una pelota.
Él, Argentina.
Él, por fin, campeón del mundo.
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