Corazón tan blanco: Hasta qué punto somos impostura
Los tacos por delante #42. Martes 3 de diciembre de 2024
Tener un secreto es poseer un miedo. Lo que se guarda y se esconde rara vez proporciona placer, sino más bien una ansiedad plana que es como tener algo cocinándose al fuego mientras te duchas. Sabes que está ahí, que existe en algún lugar lejano que aun así está demasiado cerca, un punto constante, molesto incluso: un guisante bajo el colchón de tu memoria.
Corazón tan blanco probablemente fue la gran novela de Javier Marías porque fue la primera que le granjeó enorme éxito. En ella escribe sobre los secretos, en concreto los familiares, las historias que nos preceden y que rara vez nos interesan a los hijos salvo cuando alcanzamos la edad terrible en la que se activa el reloj de la paternidad. ¿Existí yo antes de que naciera mi hijo? ¿Sabrá mi hijo que yo existí antes de que él naciera? ¿Arranca, con el nacimiento de mi hijo, una era diferente a la anterior, que queda emborronada, sucia, translúcida, escondida en un rincón?
En la novela, Javier Marías cuenta cómo Juan Ranz descubre que su padre tiene un secreto, cómo nace en él la sospecha y cómo esta envenena su recién contraído matrimonio, cómo la sombra se cuela en su vida y cómo esta interacciona con lo que le ocurre en su día a día como marido, como traductor y como viajante.
«Mis manos son de tu color, pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco.»
Macbeth. William Shakespeare.
Esta frase es el epicentro. No en sentido figurado. Javier Marías construye un universo completo alrededor de esta única cita que debió de perturbarle. Los secretos, cómo se guardan, provocan, se indagan y revelan, son el tema principal y nos hacen abrir los ojos ante la posibilidad cada vez más certera de que cualquiera de nosotros esconde uno maloliente que nos haría ver de forma distinta a ojos de nuestro prójimo. ¿Hasta qué punto somos impostura? A pesar de que nos levantemos cada día con ánimo y seamos, en líneas generales, lo que se puede considerar como buena gente, en algún momento de nuestra vida fuimos lo suficientemente hijos de puta como para que nuestra imagen de hoy sea reconfigurada de forma radical si el oscuro guisante que guardamos bajo el colchón se convierte en vox populi. Parte de la cultura de la cancelación se fundamenta en esto.
Corazón tan blanco explora asimismo la culpa y la inocencia. Javier Marías expone teorías acerca de cómo las personas estamos siempre en conversación con el entorno y con el resto de la humanidad, cómo afectamos y nos afectan, incluso sin querer, cómo provocamos terribles efectos mariposa que tienen su consecuencia muy lejos de nosotros. ¿Hasta qué punto somos, entonces, culpables? ¿En qué momento dejamos de tener el corazón tan blanco?
Hay una vieja anécdota de Marsé sobre el fondo y la forma que he escuchado varias veces y seguramente ya he contado en otro artículo. En una entrevista, preguntado sobre si el fondo o la forma eran lo más importante de una novela, respondió que el fondo, y lo hizo de forma categórica, como una verdad inviolable. Después, cuando hubo de repetirla por un fallo tecnológico, respondió que era la forma, sí, lo más vital, porque un chiste no tiene gracia por sí mismo sin la manera de ser contado. Sobre la forma de Corazón tan blanco podríamos hablar largo y tendido porque es la esencia de la literatura de Javier Marías. Es posible que en esta gran novela podamos leer al autor más puro y enrevesado, menos técnico o menos tecnificado o quizá menos afectado por la técnica, qué se yo; y sí más libre, más liberado, más volcado en el transitar de la lengua oral por el papel. Es la suya una escritura pegajosa, vírica, un simbionte. En Corazón tan blanco el fondo se funde con la forma, señal inequívoca de la alta literatura.
Aunque hay momentos de la lectura en los que es difícil permanecer maniatado a la prosa de Javier Marías, esta acaba deslizándose hacia los cauces narrativos donde resulta curioso sentirse zambullido, a veces es casi como un despertar o un empujón, como si el autor de pronto cambiase el tono de la conversación o dijese una palabra absolutamente fuera de contexto que atrajese el foco del lector.
Si tener un secreto es poseer un miedo, como dije al principio, Javier Marías nos llena de ellos tras pasar la última página de esta novela. ¿Quién, de nosotros, tiene el currículum inmaculado? ¿Quién no ha instigado, presionado, pedido o manipulado? ¿Cuáles fueron las consecuencias de nuestras palabras, de nuestros actos? ¿Cómo actuaron los demás después de leernos, escucharnos, vernos?
¿Quién, repito, aún mantiene el corazón tan blanco?
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