¿Cómo no irse?
¿No es entrañable que alguien que sólo sabe ganar se marche al descanso del partido inaugural de SU Mundial mientras pierde SU selección?
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Uno de mis himnos de estadio favoritos es el de “ya se va, ya se va, ya se va el madridismo” que una parte de la grada de La Condomina, cuando aún era sólo La Condomina y allí aún jugaba el Murcia, le cantaba a quienes se levantaban y se iban demasiado pronto para evitar los atascos y esquivar la media hora larga que ocupaba salir del barrio después de un partido. Acusar de ‘madridistas’ a los que se iban era para los que se quedaban como insultarles dos veces.
Sólo en domingos tristes en los que era difícil no arrojar la toalla vi el estadio muy mermado en los últimos minutos. Nunca pasó en el inicio de la segunda parte, como en el Qatar-Ecuador que dio inicio a la Copa del Mundo 2022. Los sudamericanos ganaban 0-2 con la suficiente superioridad como para demostrar piedad y levantar el pie del acelerador. No sé qué molestó más a los locales: si la inoperancia manifiesta de su selección o que Ecuador les estuviese perdonando la vida en vez de meterles siete. Quizá ambas cosas.
Al contrario que a la gran mayoría de aficionados al fútbol, que se quedó perpleja ante la televisión al comprobar que el estadio se vaciaba mucho antes de lo esperado, a mí la actitud de la grada catarí me resultó, de alguna forma, entrañable.
Hay quien dice que es importante saber tolerar la decepción para alcanzar la felicidad, pero en realidad hay que evitar las expectativas para evitar las decepciones. Así las arrancamos de cuajo, sin piedad ni tregua. Parece, por contra, que en Qatar andaban ilusionados: ganar la Copa Asiática y albergar el Mundial les otorgaba un halo de selección peligrosa, de potencial sorpresa, de cenicienta árabe como Arabia Saudí en el 94. Pero la realidad se vistió de Ecuador y les pasó por encima: Qatar no sólo perdía, también era incapaz de competir ante una selección que no pertenecía a la élite de las cabezas de serie.
Y cómo no irse entonces del campo, hombre. Cómo no volverse a casa a acariciar a los gatos, cómo no irse para sentarse en el sofá a buscar una serie durante una hora en Netflix, cómo no irse temprano para aprovechar las últimas horas del Fut Champions en FIFA 23. Cómo no irse del campo cuando Ecuador te pasa por encima y tienes que aguantar en el campo viendo a once compatriotas humillados si no sabes perder, si sólo estás educado en ganar.
Qatar quizá no lo sepa pero la derrota es lo único que puede ayudarle a cumplir esas expectativas que acabaron en decepción ante Ecuador. Llorar en la grada cuando te elimina injustamente un árbitro egipcio, gritarle al televisor cuando agreden a uno de tus compatriotas y le parten la nariz, sin que ello conlleve castigo alguno al italiano de turno, sentirte humillado tras un autogol ridículo contra Nigeria o cuando Países Bajos te mete el quinto en un Mundial; son la clase de tristezas que dan forma a una afición que late y que alienta, ganando o perdiendo, y que no se va del estadio… como mínimo hasta el 89’, que luego hay mucho tráfico.