Hay algo de romántico en la escena: un futbolista que acaba de descender de categoría deja en punto muerto el Range Rover, se baja y da explicaciones a aficionados tristes, pide perdón, reparte ánimos. Es un acto casi heroico, de mártir: a ver quién tiene narices de plantarse ante un grupo de tíos que cree que acaba de perder el único motivo por el que se permite llorar de vez en cuando, quizá una vez por temporada, o una vez cada dos.
No hay nada que ganar ahí para el futbolista, es terreno pantanoso, arenas movedizas. Uno entra pensando que podrá salir cuando quiera, pero cuando quiere salir descubre que le pesan demasiado las botas, que las piernas no responden, que la orilla está más lejos que antes. Así debió de sentirse Álex Fernández, capitán del Cádiz, cuando tomó la decisión, recién descendidos él y sus compañeros, de parar su Range Rover frente a un grupo de socios para hacer eso que se les pide a los futbolistas y que, como muchas otras cosas en el fútbol, no significa nada: dar la cara.
Como en terreno pantanoso, acabó por enfangarse. Alguien le llamó pesetero porque se rumorea que tras el descenso fichará por el Betis mientras el Cádiz pela patatas en una categoría por debajo. “Estamos muy jodidos”, decía Álex Fernández como respuesta, excusándose o excusando a sus compañeros, como si fuera necesario manifestar lo obvio para evitar que te acusen de pechofrío, de traidor y de mercenario.
Cómo no va a estar jodido, me pregunto; por qué tiene que demostrarlo y sobre todo, por qué tiene la necesidad de parar el Range Rover para dar la cara, signifique eso lo que signifique, frente a alguien que por el mero hecho de pagar una cuota anual se piensa en el derecho de insultarle. Bastante tiene encima un jugador que desciende y que ve cómo su trabajo de diez meses se va por el sumidero. ¿Qué puede explicar en ese momento? ¿Qué razones, en caliente, se pueden poner sobre la mesa para dar contexto al descenso del Cádiz?
No tengo respuestas pero sí intuiciones. Con la excusa de que la afición paga y por tanto es soberana, llevamos años dando por válidas actuaciones que casi lindan en la extorsión y gran parte de culpa, por darle voz y pábulo, recae en los periodistas, en los clubes, en los presidentes, en los entrenadores y, también, en los jugadores. Intuyo que quien detiene el Range Rover para dar explicaciones después de un descenso pretende algo, y quiero creer que no se trata sólo de salir en la foto, sino quizá también demostrar el compromiso con la causa cuya supuesta falta ha resultado en descenso de categoría.
En cualquier caso, Álex Fernández se detuvo y lo que pasó por su cabeza sólo lo sabe él. El porqué se paró y creyó que debía dar explicaciones únicamente le pertenece a él, capitán del Cádiz, recién descendido. Y aunque no esté obligado ni necesite hacerlo, y aunque no gane absolutamente nada deteniendo el Range Rover, así lo hizo, quizá porque en el corazón de ciertos hombres aún se mantiene la necesidad de cumplir con antiguos compromisos.
Sigue habiendo algo de romántico en una escena en la que un hombre hace lo que debe, aunque las arenas movedizas le acaben engullendo.
Pequeños gestos que dicen mucho de la persona que hay detrás.