#24: Por qué hemos amado a Benzema
Hoy hablamos del mejor futbolista que hemos visto en el último lustro. También de un libro de relatos y de la Guerra Civil griega. Suscríbete y te cuento
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Por qué amamos a Benzema
Dice Luis Landero que el germen del amor es reconocerse entre la multitud. Karim Benzema y Florentino Pérez, o lo que es lo mismo, el Real Madrid moderno, se miraron en la inmensidad y ese cruce cambió la historia reciente del club blanco. Tras una trayectoria que dibuja un in crescendo épico, pocas veces imaginado, el francés abandona ahora el fútbol europeo, que aún es lo mismo que decir que abandona el fútbol, para marcharse a Arabia Saudí a comenzar su merecido y dorado retiro.
Hoy nos preguntamos por qué lo amamos.
Los últimos cinco años han escondido muy bien los primeros esbozos de Karim en un Real Madrid galáctico de nuevo cuño con Cristiano Ronaldo y Kaká como máximas estrellas. Titular indiscutible, sí, pero siempre discutido, el francés fue objeto de muchas críticas por parte de periodistas y especialistas, pero sobre todo de la afición, que no entendía cómo este chico francés que no era un goleador, ni un extremo, ni un mediapunta, podía vestir la camiseta de un equipo que aspiraba a que su delantero centro acabara cada temporada con un saco de goles en la espalda. No entendió la grada que Benzema no era un goleador, ni un extremo, ni un mediapunta, sino que era todo eso al mismo tiempo. Como dice Aixa de la Cruz, la familia es el primer lugar donde te hacen daño.
Sin embargo, el francés siempre generó cosquillas. Cada tres o cuatro partidos protagonizaba los informativos de deportes gracias a un gesto de antología técnica, un pase trazado por dioses, una maravilla de excelsa factura que tapaba durante unos días las acusaciones de abandono y de errores clamorosos frente a la portería rival. Dicen que la atracción es sólo curiosidad, y lo que sentía España por Benzema era una mezcla de ambas, como si su talento fuera un espumoso siempre a punto de lanzar el tapón por los aires.
Era Benzema, todavía a la sombra de Cristiano Ronaldo y de, en ocasiones, Gareth Bale, un tipo que jugaba para quienes entendían de fútbol. Entendidos que no éramos ni tú ni yo, reconócelo. Sólo con el tiempo nos hemos dado cuenta de que Benzema era un escritor de detalles, un apasionado del estilismo fino, delicado, elegante, como un Henry Hill en Uno de los nuestros cortando ajo en láminas perfectas con una cuchilla de afeitar.
Cuando Cristiano Ronaldo abandonó el Madrid por sorpresa tras la final de la Champions League de Kiev, Benzema se quedó solo. Todos esperábamos a Bale, pero el galés ya estaba más preocupado en otros menesteres. Desinteresado por un retiro dorado en el Golfo Pérsico, el extremo decidió iniciarlo en el Madrid. Así que le tocó al francés liderar a un equipo que se había quedado huérfano de estrella y que se preguntaba qué sería de sí mismo sin los goles ni el talento del portugués. El miedo inundó el Bernabéu, o al menos el Bernabéu televisivo al que asiste media España cada domingo fuera de la capital.
A Benzema le cayó el cetro y lo aceptó con gusto. El francés se convirtió en el líder de un equipo huérfano y aumentó su aportación al equipo, sobre todo con Zidane y Ancelotti, que hicieron girar el fútbol en torno al triángulo mágico que formó el francés con Modric y Kroos. Karim comenzó a anotar treinta goles por curso. No sabíamos concretamente qué se había distorsionado en él, pero nos rendimos a la evidencia y lo aceptamos con placer. Quizá, como escribió Proust, nada había cambiado, sólo él había cambiado; por lo tanto, todo había cambiado.
Fue el comienzo de la actuación individual más clamorosa que hemos visto de un mortal en el último lustro. Fue en la 2021/22, cuando el francés cerró el curso con 44 goles en su haber, una liga, una Supercopa y una Copa de Europa que el Real Madrid ganó remontando a los todopoderosos Chelsea y Manchester City, y doblegando a un muy buen Liverpool en la final. Nadie daba un duro por los de Ancelotti, pero Karim creyó. Y nos hizo creer al resto.
Hay cosas que tienen que doler, si no seríamos pobres de espíritu. La imagen de Benzema despidiéndose tras el partido contra el Athletic en el Bernabéu, la de la última celebración de gol y la de Karim siendo presentado con su nuevo equipo han sido tragos difíciles de digerir. Sé de muchos madridistas que lloraron aquel día como si se les hubiera muerto un amigo. No sé si tanto por la marcha del francés, o por lo que ello representa: el adiós al Madrid de cuando fuimos niños, adolescentes, jóvenes, el adiós a una etapa de nuestra vida que no volverá jamás.
Hace falta la mitad de la vida para entender cosas que pasan en minutos, dice Leila Guerriero. Muchos comprendimos aquel domingo de junio que entre nosotros se encontraba un adalid de la belleza, un futbolista ungido en la gracia, un delantero, un extremo, un mediapunta, un goleador, un asistente, un capitán, un líder, un amigo, todo eso al mismo tiempo, todo eso que tuvimos delante durante años y añoraremos siempre. Para entender a Benzema sólo hicieron falta los minutos en los que se despidió, entre lágrimas, de un Bernabéu rendido.
Ningún amanecer tiene siempre los mismos espectadores. Hoy, el amanecer madridista ya no tiene a Benzema. Tiene a otros. Y tendrá a nuevos. Por suerte, recordaremos que nos enamoramos y que, un día, hace muchos años, nos pudimos reconocer entre la multitud.
Gracias, Karim.
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