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#21: Nos quedan ocho finales y vamos a intentarlo
Hoy hablamos de demasiadas finales, de Domingo Villar y de un pódcast sobre el lenguaje clasista. Suscríbete y te cuento.
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Nos quedan ocho finales y vamos a intentarlo
No sé en qué momento nos pareció buena idea a todos -futbolistas, aficionados, clubes, periodistas- señalar como finales los cinco, seis, siete e incluso ocho últimos partidos de liga.
Nos quedan ocho finales.
Ocho.
Finales.
Señalar un buen puñado de partidos para jugarlos a vida o muerte muestra muy a las claras que los anteriores treinta y dos o treinta y tres quizá no se haya metido la pierna o alguien se haya escondido o relajado un poco o se haya rendido a la procrastinación.
O no. O quizá sólo sea que cuesta admitir que ha habido muy mala suerte o que, sencillamente, se es peor que el resto. Reconocer eso a tiempo quizá nos ahorrase la frase de marras. Sería de agradecer, pues estoy harto de tantas finales que no lo son y que se disputan en marzo, abril y mayo.
Ojalá ahora, en la recta final de la temporada, saliera un futbolista diciendo que les quedan tres partidos normales, tres partidos como los treinta y seis anteriores, tres que intentarán ganar pero que quizá pierdan porque no son tan buenos como deberían y que, como todos, están sujetos en gran parte a la caprichosa ley del azar que desplaza un centímetro el balón más allá o más acá del poste.
Hace unas semanas leí a un jugador afirmar que les quedaban por delante seis finales. Era el tramo que se marcaba para clasificar a su equipo en unos playoffs de ascenso, un privilegio al que optaban de forma muy clara y para el que no necesitaban sumar los dieciocho puntos. Sin embargo, usó la palabra.
Finales.
Seis finales.
Es un mensaje con un significado claro: es el momento clave, tenemos que estar fuertes y concentrados, necesitamos tu apoyo. Los clubes se han convertido en sus propios altavoces y necesitan enviar sus proclamas, todo a costa de subvertir la semántica, apretarla y escurrirla para situarse en el espacio común, en lo públicamente correcto, en la zona de confort.
No culpo a los jugadores ni a los clubes. Yo mismo he tenido que participar del uso de esta semántica porque salir de ahí, lanzar otro mensaje distinto, aunque sea profundamente realista, equidistante y aséptico, supone la extrañeza del receptor, la ceja levantada, el café casi salpicado sobre la pantalla del iPad, el mosqueo del aficionado y la irritación general.
Hace poco, Nico Williams, jugador del Athletic, eliminó sus redes sociales tras una avalancha de furibundas críticas después de un partido en el que no pudo culminar varias jugadas de peligro a su favor. Si en vez de fallarlas todas, hubiera fallado todas menos una, la historia sería distinta. Si uno de esos disparos a puerta ante Osasuna en Copa del Rey que se marcharon más allá del poste, hubiera tomado un ángulo ligeramente distinto o se hubiera dirigido unos pocos centímetros a un lado, la historia sería distinta.
Sin embargo, la historia es la que es y Nico Williams fue atacado salvajemente. La consecuencia fue desaparecer de las redes sociales, situar un muro entre él y cientos de idiotas cabreados por la diferencia resultante de un disparo que toma un ángulo u otro.
Por eso entiendo este lenguaje encorsetado, aunque me moleste. ¿Quién sería el valiente de salir a decir que lo del domingo no es una final? ¿Cómo va a decir un futbolista que quedan seis partidos normales, que van a intentar ganarlos pero seguramente no sea posible porque no son el Brasil del año 1970? ¿Quién habría de reconocer que lo que el aficionado/tuitero siente a vida o muerte, tan sólo es un trabajo cuyo resultado depende en un alto porcentaje de la suerte y de cómo dirija esta un balón que va o viene a cinco centímetros del poste?
Así que sí. Nos quedan ocho finales y vamos a intentarlo.
Y a otra cosa.
Te recomiendo leer:
A Domingo Villar
Por qué: Hace ya un año que se murió. Demasiado joven y demasiado talentoso, habiendo dejado demasiado poco publicado. El autor gallego, padre del detective Leo Caldas, fue uno de los grandes escritores contemporáneos de literatura policiaca en castellano. La saga de los ahogados (Ojos de agua, La playa de los ahogados, El último barco) es un legado magnífico y dibuja con precisión y astucia una Galicia melancólica en tonos azules y violetas.
Allá donde estés, gracias, Domingo. Y qué pena.
Te recomiendo escuchar:
Pausa: por qué está bien hablar “ansí”
Por qué: Hemos empezado hablando del lenguaje en esta edición de la newsletter y acabamos igual. En el pódcast Pausa, de Marta García Aller, entrevistan a Carlota Benito, autora del libro ‘Como dicen en mi pueblo’, un texto sobre cómo evoluciona nuestra manera de comunicarnos y por qué pensamos que términos como ‘ansí’ son tremendamente incultos… aunque los usara el mismo Cervantes.
Lo puedes escuchar aquí:
«Ser padre consiste en dejarse ganar hasta el día en que la derrota sea verdadera».
Alejandro Zambra. Literatura infantil.
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¡Te escribo la semana que viene!
#21: Nos quedan ocho finales y vamos a intentarlo
Brutales los 3 libros de Domingo Villar.
Muy recomendables para cualquier tipo de lector, y con un sentido del humor muy gallego.
Esos interrogatorios del policía aragonés a los gallegos no tienen precio.